La espiritualidad sin conciencia social no existe

No soy nadie para calificar lo que veo como "bueno" o "malo", pero sí creo en la coherencia o al menos, en la búsqueda constante de ella como un objetivo de la existencia en este mundo.


La espiritualidad plantea un camino de autoconocimiento que va más allá de cualquier lista de pautas, prácticas o reglas; y al ser precisamente algo tan subjetivo y dependiente de la esencia única de cada ser, no puede copiarse o crearse a partir del otro; se trata de armar un collage propio con todo lo que sirva como guía para s e r en paz, para sobrellevar el peso de la existencia y para manifestar esa coherencia (o la búsqueda de ella) en las acciones de cada día.

La trampa está en creer que la espiritualidad consiste en arreglar el propio mundo interior y ya, como si no perteneciéramos a un contexto más amplio, a un entramado mayor. Si bien es una tarea personal, no por eso es excluyente. Si mi espiritualidad no incluye al otro, o solo me sirve a mí como ser aislado del mundo y de la sociedad, mi espiritualidad realmente no existe, no es una herramienta sino un adorno.

El espíritu es esa parte de nosotros que precisamente viene a decirnos que somos parte de algo más, es la lucecita que nos recuerda que venimos de una gran llama. Y en esa gran llama nos unimos inevitablemente todos y todo. Somos UNO, siempre.

Por más elevadas o diversas que sean nuestras creencias, no podemos olvidar que somos humanos y existimos dentro de una sociedad y un territorio, y aunque eso no nos define, haber nacido aquí y ahora tiene un sentido. Habitar este lugar del mundo y ser parte de esta sociedad también implica un compromiso y una responsabilidad. Usemos nuestra voz, nuestra conciencia y nuestras plataformas para generar el cambio que queremos ver.

Lo que está pasando en el país necesita que despertemos y actuemos.

Que nuestra luz interior encienda mil llamas afuera.

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