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Sanar no es un camino lineal

Cuando hemos hecho el ejercicio consciente de sanar heridas, la vida nos enfrenta con las experiencias necesarias (casi siempre duras) para reafirmar que esas lecciones sí se aprendieron de verdad. Por eso es natural que en el momento menos pensado volvamos a sentir un bajón, un cambio de ritmo y una posible nueva caída, sin que eso quiera decir que nos estamos devolviendo. Por el contrario, cuando vivimos con la suficiente consciencia para entender que sí vale la pena sanar, pero que no es un camino recto, empezamos a ser más pacientes con nuestro procesos y descubrimos la compasión como una guía hacia la comprensión de los ciclos propios. No forcemos nuestro espíritu, nuestro cuerpo o nuestro ser, no hay un lapso estipulado ni una ruta directa para curarnos y sanar. No tenemos que cumplirle nada a nadie, solo a nosotros. Puede tomarnos meses y hasta años enteros poder pasar una página en paz hasta que no duela más, pero eso solo podremos sentirlo cuando nos demos permiso de tomarnos

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